¿Cómo nació la escritura del cuento? ¿Qué fue lo que te movilizó a escribir?
El cuento nació una tarde de otoño.
La propuesta se presentó en una materia llamada Periodismo y Literatura de la Universidad Nacional de Avellaneda. Mi universidad de siempre. Entonces pensé que como soy periodista de oficio y me encanta escribir, tenía que anotarme a la cursada. Por ese entonces los profesores de la cátedra eran Vicente Zito Lema y Conrado Yasenza, a quienes admiro muchísimo. Entonces los viernes se habían convertido en mis días favoritos de la semana porque hablábamos de libros, leíamos, y yo escribía mucho en un cuaderno chiquito que llevaba a todas partes. En una de las clases, se abordó el tema Mitologías guaraníes, y hablaron sobre los distintos monstruos legendarios que conforman dichas mitologías. El que más me llamó la atención fue el Pombero, supongo que posee las características de varios monstruos legendarios según cada región. Sobre todo el Trauco, Kurupí y Jasy Jateré. Confieso que me imaginé muchas de sus características físicas mientras escribía el cuento y me salí un poco de lo que se conoce generalmente.
¿Por qué usaste la palabra «pyragüe»? Entendemos que es un sinónimo de otro término.
En principio porque me encanta la palabra, cómo suena en guaraní. La verdad es que me gusta ese idioma. Y efectivamente es sinónimo de Pombero o “pies peludos”. Entonces me pareció que titularlo de esa manera tendría otro impacto en el relato. Al igual que incluir algunas palabras en guaraní en el texto. Siento que de alguna forma, lo musicalizó.
En el cuento hay momentos de suspenso y también algo de absurdo, lo que hace que sea refrescante para el lector. ¿Sentiste alguna dificultad en combinar esos elementos?
Te confieso que el cuento pasó por varias etapas, la primera fue esa tarde en la facultad cuando tomé contacto con la mitología guaraní y me fascinó. Recuerdo que volví rápido a casa con la necesidad imperiosa de escribir, pero para ello tenía que investigar más acerca del Pombero, sobre todo porque se trataba de un relato de ficción pero con elementos de la realidad. Entonces tenía que familiarizarme con todo su aspecto y buscarle la vuelta para incluirlo en la historia. Me acuerdo que me llevó toda una noche realizar esa investigación. Pero me sentía tan eufórica que no me importó no dormir leyendo y escribiendo. La segunda etapa fue exponerlo en la facultad y recibir distintas sugerencias al respecto de la forma en que quería contar el relato y las correcciones de mis profesores. Entonces el texto fue modificándose constantemente según el momento y las distintas ideas que surgieron. La tercera etapa fue en cuarentena, en época de pandemia, cuando volví a cursar Periodismo y Literatura de manera virtual, y conocí a una compañera escritora sumamente talentosa a quien también admiro mucho. Hoy en día Maikisz es una amiga muy querida y hace un tiempo, formó un taller de literatura (el cual recomiendo fervientemente), y allí se pudo terminar de pulir el Pyrague y darle algunos toques. Luego me alejé un tiempo del texto por sugerencia de los profesores, para que al volver pueda tener otra perspectiva y darle otro marco al cuento. La cuarta etapa fue reencontrarme con el texto y darle miles de “volantazos” hasta terminarlo. Por ende, en relación a tu pregunta considero que tuve varias dificultades para combinar elementos de suspenso y absurdo. No fue fácil, me gusta pensar que se hizo “a fuego lento” hasta llegar al momento de “sacarlo del horno”.
¿Fue una decisión que el formato sea como el de una leyenda urbana? ¿Hay algo que te haya acercado a esas leyendas?
Si, absolutamente. Fue una decisión. Sobre todo porque siento que las creencias populares se emparentan con la superstición. También contienen elementos sobrenaturales mezclados con hechos reales muchas veces distorsionados o ficticios. Creo que lo que me acercó a esas leyendas fue mi abuela que nació en Chaco, y cuando investigué acerca de todas las historias que se contaban en el campo, no pude escapar de la tentación al escribir sobre el monte chaqueño y su mitología. Por otra parte, entiendo que una misma leyenda urbana puede tener muchas versiones, sobre todo desde el foco de quien las narra o lee. En mi caso, intenté que el Pyrague personifique a los hombres que abusan, violan y se aprovechan de las niñas y mujeres tan solo por el hecho de considerarlas débiles o objetos. Entonces el vuelco justamente fue que nosotras podemos defendernos ante tantas aberraciones, y tal vez ese Pombero salga corriendo de miedo ante nuestro ataque. No lo sé, en la historia se encontrarán con la mitología en sí pero con una historia de supervivencia, misterio y terror también. Porque el Pyrague existe y puede encontrarse en cualquier parte.
¿Te gusta el terror? ¿Sos de leerlo en tu vida cotidiana?
Me encanta leer terror, pero no me gustan las películas de terror. ¿raro no? ahhahha
Cuando tenía doce o trece años descubrí a Horacio Quiroga con Cuentos de amor de locura y de muerte. Quedé fascinada con el suspenso de sus cuentos, el realismo mágico, el abordaje de la naturaleza, los animales y la muerte. Creo que al momento de escribir el Pyrague, tuvo gran influencia en la narrativa. Ya que los escenarios como el monte, la selva, el campo, me parecen muy interesantes. Más adelante me encontré con el que considero mi escritor preferido: Alberto Laiseca. Con él conocí la literatura de terror por medio de Los Sorias y gracias a su participación en el ciclo de narraciones en la señal I.Sat, descubrí otros autores como Edgar Allan Poe, Lafcadio Hearn o H. P. Lovecraft que me introdujeron aún más al terror y ciencia ficción.
¿Qué significa la escritura en tu vida?
¡Qué pregunta maravillosa y tan difícil de responder!
Creo que escribir me permitió desde muy pequeña crear un mundo propio frente a una realidad que por aquel entonces no era muy agradable. Yo padezco de una patología pulmonar que no me permitió ir al colegio, por ende la primaria que tuve consistió en estudiar las cuatro materias una vez por mes. Como no tenían secundaria, la hice libre dentro de mi casa. Entonces te confieso que carezco de una formación lingüística. Pero leer me enseñó a escribir. Así que si tuviera que responder al significado de la escritura en mi vida, puedo decir con certeza que es como un órgano más dentro de mi cuerpo. Algo inherente que me apasionará siempre. Escribir me salva.